29.9.11

Sobre los cambios

"Kop van een skelet met brandende sigaret"


O, adaptado desde la lengua de Erasmus de Rotterdam a la de Jorge Luis Borges, "Cráneo de un esqueleto con un cigarrillo encendido". El autor es Van Gogh, la época es 1886. Por aquel entonces, el holandés desorejado era un pintorzuelo recién llegado a Amberes que apenas llegaba a esbozar el dominio de las técnicas impresionistas que después alcanzaría. Recién matriculado en una academia que usaba los esqueletos como modelos de pintura para mejorar el estudio anatómico, decidió pintar este cuadro como pequeña broma personal. En ese momento, el pintor no creía en el uso del color. Pensaba en mostrar los colores en oposición al negro, pero no veía la expresión pura del color como un escape para su arte. Años después, pintó así un campo de trigo con un ciprés:


Van Gogh había cambiado.

Igual que la sociedad.

Nosotros, al ver al cráneo de la primera imagen fumar, seguramente habremos visto un aviso sobre los efectos negativos del tabaco. Van Gogh no lo veía, ni nadie cuando se pintó el cuadro. En la sociedad de su época, el consumo de tabaco era un hábito que se calificaba incluso de terapéutico. Van Gogh no quería asociar la muerte con el tabaco. Quería asociar el cráneo con la vida. En su origen, el cráneo fuma porque es propio de las personas sanas, no está muerto por lo insalubre del tabaco.

Aunque sean lentos, los cambios son innegables. Y todos los sufrimos, para bien o para mal. El que permanece inalterable está muerto, sea cual sea su estado físico. Fume o no.

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